lunes, 27 de junio de 2011

¿homeopatía como ciencia ?


En estos tiempos es común escuchar o leer “La homeopatía va viento en popa. Todos los farmacéuticos venden indiferentemente  productos alopáticos y homeopáticos. El volumen crece con regularidad en los países occidentales...”. Esto, más que una justificación de la validez de esta práctica médica es serio motivo de preocupación, ya que se intenta dar carta de  naturaleza  científica a una verdadera pseudociencia por el solo hecho del volumen de su consumo.
En estas lineas intentare  dejar al desnudo la pobreza  conceptual y científica típica de la gran mayoría de los defensores de la homepatia. Decir que la homeopatia se comprende mal porque se trata de un concepto  −el famoso latinismo similia similibus curantur− más que de una técnica, amén de no aclarar nada, es afirmar todo lo contrario de la realidad, ya que los conceptos son precisamente la parte más oscura, controvertida y, con toda seguridad, equivocada de esta técnica que muchos califican de curanderil.  Sirva como ejemplo el concepto en que se basa la técnica de diagnóstico propiamente homeopática, la patogénesis , verdadera reliquia de tiempos de medicinas precientíficas, filosóficas y místicas. O algunos nuevos, como la llamada hipótesis del medicamento ‘informacional’, genuina perla de la más  cursi pseudociencia, planteada por los partidarios de la homeopatía ante la barrera infranqueable que supone el número de Avogadro  y el estrepitoso fracaso de la ridícula hipótesis de la memoria del agua . Dicha hipótesis ‘informacional’ “enuncia que, «bajo ciertas circunstancias, el agua y ciertos disolventes pueden registrar información a propósito de sustancias con las que han estado en contacto y pueden  luego transmitir esta información a sistemas biológicos sensibilizados». Según este modelo, que permanece como una teoría en espera de confirmación experimental, la acción de un medicamento homeopático se interpreta, en términos cibernéticos, como una retroacción que informa al organismo sobre la naturaleza de la en fermedad”. 

Patogénesis: técnica de diagnóstico homeopática por excelencia, inventada por el fundador de la doctrina, Samuel Hahnemann (1755-1843), y que ha llegado hasta nuestros días con los mismos errores conceptuales con los que nació, aunque maquillada con aceites nuevos: el sorteo, el ciego, el placebo, etcétera. Básicamente, los ensayos de patogénesis homeopática (EPH) consisten en hacer ingerir a voluntarios sanos la sustancia de interés y anotar sus síntomas. Un EPH permite acumular un repertorio de síntomas que determinan «el tipo sensible», o tipo de personas que «responde» a dicha sustancia. Se podría pensar que, por su nombre, nos encontramos ante ensayos destinados a encontrar el origen, la génesis de la patología; nada más lejano: se trata de inducir síntomas en pacientes sanos y cuando el homeópata se encuentra con los mismos síntomas en un paciente enfermo, le receta un preparado basado en el mismo principio activo de la sustancia ensayada.
Nada importa que distintas patologías den síntomas iguales o muy parecidos, ya que “la homeopatía no trata las enfermedades, trata enfermos”, y, por tanto, “la tarea esencial [del homeópata] consiste en ajustar este cuadro sintomático [de un paciente] a la patogénesis de un determinado medicamento homeopático”. Algo así como ajustar el pie al zapato, en vez del zapato al pie.

Número de Avogadro: número de átomos o moléculas que hay en un mol de una sustancia pura, aproximadamente, 6,023 x 1023. Dado que los medicamentos homeopáticos son preparaciones de muy alta dilución, es muy improbable, extremadamente improbable, que contengan una sola molécula de la sustancia activa o cepa homeopática que aparece en la etiqueta. En definitiva, el paciente ingiere, en general, solo agua, lactosa y alcohol: simple y llanamente, un placebo.
‘Memoria del agua’: En 1987, una revista secundaria pero honorable, como la define el propio Danchin, The European Journal of Pharmacology, publicó un artículo experimental firmado por E. Davenas, B. Poitevin y J. Benveniste, con el que se pretendía situar la práctica de la homeopatía en el campo de la ciencia. Las diluciones superiores a lo que permite la teoría atómica se justificaban tratando de demostrar la llamada memoria del agua, un fenómeno inexplicable a la luz de los conocimientos clásicos de la física y la química que permitía al agua recordar la sustancia que se había diluido, aunque ésta ya no estuviese presente.
       

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